(galería de fotos a final de página)
Desde Otjiwarongo pongo rumbo a Walvis Bay, que significa «Bahía llena». Cuatro horas en taxi previo pago de 180 dólares namibios (10€). Durante el camino hago mis primeras amistades, que insisten en invitarme a almorzar.
Conozco a una gentil familia con la que paso el Walvisbaai Oester Fees, un festival en la que abunda cerveza, artesanía y música típica afrikaans, la única lengua autóctona de África con raíces europeas. Es por ello que no hay ningún asistente de piel negra.
Acabo la noche en el conocido local Bar Esparta, jugando al ping pong y fraguando nuevas amistades, de las cuales saldrá una invitación a una barbacoa y otra al Sandwich Harbour Tour.
Este tour recorre parte de las muchas dunas del desierto Namib, el más antiguo del mundo. Con una extensión mayor a los 80.000 km² no es de extrañar que el significado de su nombre en lengua nama sea «enorme». Al inicio de la excursión cruzamos la carretera que separa el desierto del mar.
El primer paisaje refleja salinas rosadas y violetas colindantes al taller de extracción de sal, con grandes montículos a su alrededor.
Antes de profundizar en el desierto encontramos a nuestro paso varios chacales. Con una envergadura media entre 35 y 45 cm y un peso que varía de los 8 a 2 kilos. Normalmente cazan solos o en pareja.
También descubrimos una casa a punto de ser enterrada en su totalidad por la arena e incluso restos humanos.
Nos adentramos en las descomunales dunas y empiezan los problemas. El 4×4 se cala en varios tramos y nuestro conductor y guía se excusa en que la presión de los neumáticos está demasiado alta. Nos transmite bastante inseguridad además de no localizar al resto de grupos. Tras escalar a pie uno de los mayores montículos, decidimos esperar al resto de expediciones.
Ahora somos un grupo de seis coches pero el nuestro sigue dando problemas. Nuestro guía decide volver, sin nosotros saber (aún) que nos queda una hora de tour. Decide regresar por la orilla pero tras un rato se arrepiente, lógicamente, la marea ha subido y tarde o temprano será imposible continuar, así que volvemos dando marcha atrás unos 10 minutos. Junto a la familia que me acompaña, algo asustados y enfadados, decidimos cambiar de coche. Gracias a las otras empresas nos podemos reorganizar en los demás vehículos y continuar la última parte del viaje con tranquilidad.
Subimos a la cordillera de varias grandes dunas y podemos admirar la inmensidad y respeto que inspira el desierto, con rachas de vientos que arrastran arena y te golpean a la vez que admiras otro paisaje que se pierde en el horizonte, el mar.
Recorrí la bahía gracias a un tour en Catamarán. Casi cuatro horas de viaje con un catering bastante lujoso. Té, café, vino dulce, aperitivos salados, calamares y hasta champán y ostras. Todo por 680 dólares namibios (42€).
Nos acompañaron durante el trayecto varios leones marinos y pelícanos que no dudaban en embarcar con nosotros.
Existen ocho especies de pelícanos, pero todos coinciden en la famosa bolsa bajo el pico que les caracteriza, en la cual pueden sostener 11 litros de agua. Su peso llega hasta 15 kilos y su tamaño hasta 3 metros. Son inofensivos, bastante sociales y suelen viajar en multitud con la típica forma de flecha.
Nos acercamos a la punta de la bahía donde disfrutamos de una gigantesca camada de leones marinos descansando en la playa y chapoteando en la orilla.
Este tipo de foca conserva su calor corporal incluso estando sumergido y a baja temperatura. Tienen la capacidad de sumergirse hasta 200 metros de profundidad y permanecen en el agua 40 minutos sin salir a la superficie para respirar. Su velocidad de nado alcanza los 40 km/h, pero en tierra se ganan la fama de perezosos, puesto que son muy lentos y se tumban al Sol durante bastantes horas.
Antes de regresar al puerto vislumbramos a una de las especies más inteligentes del planeta nadando alrededor de nuestro barco, el delfín.
Son animales muy sociales, poseen un sistema de bolsas de aire (cerca del espiráculo en su cabeza que vemos en la siguiente foto) que les permite emitir sonidos como chasquidos y silbidos, ésto les ayuda (como un sonar) a la ecolocación de objetos. Gracias a sus sentidos, pueden identificar diversos materiales bajo del agua como la cera, la goma, el cobre o el plástico.
Su cerebro, como es el encargado de la respiración, nunca descansa completamente, sino que alterna sus hemisferios. Es por que ello que duermen con un ojo abierto.
Pasé mi último día paseando por el pequeño centro del pueblo y recorriendo los locales de artesanía local. Aprovecho y envío tres cartas que junto a los sellos me salen sólo a 57$ (3,5€).